El serif de una tipografía no cambiará el significado de un examen médico ni tampoco un letrero en Helvetica le dará más estabilidad a un edificio. Y entiendo lo extravagante que puede significar para un ciudadano afligido por su salud o su trabajo precario semejantes preocupaciones.
No obstante lo ‘sofisticadas’, ‘snob’ o ‘aburguesadas’ -y a veces aparentemente frívolas e inútiles- que puedan resultar esas preocupaciones (una elección tipográfica, por ejemplo), se relacionan con lo que por teoría y práctica hacemos como diseñadores.
Y no sólo eso.
El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA) ha publicado un ‘Plan nacional de fomento a la economía creativa‘ en el cual plantea:
«Hoy el 2,2 & del PIB de nuestro país viene dado por la contribución del sector creativo. Un número importante, que aún guarda un potencial de crecimiento desconocido, especialmente en vistas de los avances tecnológicos que hacen más accesible y simple producir, distribuir, difundir y consumir bienes y servicios culturales en la actualidad.»
La creatividad es la esencia del diseño, crear e innovar son lo mismo que diseñar. Cuando un profesional se enfrenta a la ‘página en blanco’ para resolver un encargo echa mano a todas las horas de experimentación creativa que ha tenido, así como de las metodologías que ha aprendido. Se diseña para las relaciones de personas en su convivir y sus relaciones con los artefactos, para la cultura y dentro de la cultura: en comunicación visual, señalética, experiencia de marca y servicios, productos, etc.
Y es en esa acción (praxis) de arte (poiesis y tekné) racionalizada (gracias a Descartes o Spinoza) que significa diseñar en donde, además, podemos situarnos en la ‘sentimentalidad’ (eros y pathos -y ¡olé!-).
El diseño se introduce en la inmensa ‘afectividad’ a través de la identificación, en la empatía. Identificarse con otro para compartir sus sentimientos es un acto en apariencia sencillo de realizar pero no estamos tan habituados a ello como pareciera.
Suponemos que debemos sentirnos en comunidad, ser fraternos; de hecho, la fraternidad es un sentir que en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) se consideró tan importante que se puso en su artículo nº 1:
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Y la empatía es una cualidad que nace justamente del sentido común, para el bien común. El diseño puede trabajar orientado a la empatía basándose en métodos que se han desarrollado por proyectos anteriores de manera exitosa o bien recreando nuevos, para proyectos nuevos. Y todo resulta bastante óptimo cuando los equipos se llevan bien, el cliente confía en el proyecto y el resultado satisface lo requerido.
Es entonces cuando la máxima “lo que no se mide no se puede mejorar” se hace presente y se aplican otros métodos -de medición- que a veces arrojan resultados negativos en las experiencias asociadas a productos o marcas, y nos agarramos la cabeza a dos manos, y nos hundimos en aquello de que nuestro problema es “la falta de cultura” o “la flojera de tales o cuales”, “la mala suerte”, en fin, argumentos viscerales que poco abordan soluciones.
Lo cierto es que, tratándose de personas, seres vivos, lo improbable se hace presente. Lo inmensurable también. El sentido común, la observación empática, abarcan esas subjetividades imposibles de medir. Se encuentran, por ejemplo, en las metáforas cotidianas del “venía como jurel en lata en el vagón”, “me echó la foca al toque, hermano”, “me costó un riñón”, “me atendieron como las reverendas”, etc. Dichos populares, frases afectadas de sentir, para bien o mal, en diferentes estratos socio culturales que permiten reconocer una persona con la que deberemos identificarnos, empatizar.
Son varios los métodos para trabajar en proyectos que tienen la empatía como un factor incluido. Al mismo tiempo que se ha de tener presente que cada problema requiere de su propia indagación y método. Difícilmente habrá un modelo que abarque la resolución universal de problemas.
Procesos de diseño basados en la empatía o centrados en el usuario sitúan a los diseñadores en un trabajo de pensamiento inclusivo, de comprensión de la diversidad humana. Con el discreto encanto de ser un/a profesional sumido/a en la belleza de su bici, en la preocupación por el cual será el mejor exponente del rock mundial o el color adecuado para una zapatilla impermeable ecológica, pero todo lo cercano que pueda estar de muchas realidades que conviven junto a él o ella de manera sufrida o feliz en la ciudad.
«El corazón, los ojos
de los hombres
se llenaron de letras,
de mensajes,
de palabras,
y el viento pasajero
o permanente
levantó libros
locos
o sagrados.»
Fragmento de Oda a la tipografía de Pablo Neruda. 1956.
De la imagen de cabecera: Experimentaciones de Leonel A., estudiante del Taller II de Diseño gráfico, U. de Chile.